El peso de la memoria puede ser aplastante y sin embargo no puede detenernos como país, así como tampoco podemos olvidar con la excusa de avanzar sin este peso.
Mucho se he hablado de que el cine colombiano debería dejar los temas de siempre (conflicto armado y narcotráfico) y explorar algo nuevo, bien conocida es la frase “es que siempre es lo mismo y acá tenemos muchas otras historias que contar”, pero también es cierto que el cine como expresión artística se valida al lograr generar una experiencia estética y también como herramienta catártica, en este sentido se tornan importantes las exploraciones serias de “los temas de siempre”.
Pero acá estamos hablando de un caso específico, la película Los Silencios nos narra una historia tan común que se invisibiliza en la sociedad actual, estoy hablando de desplazamiento forzado, asesinato de líderes sociales, trabajo infantil, etc. Y hace lo mejor posible para con esto hilar una narrativa que te llegue al corazón, tenemos una madre que escapa de su hogar y busca refugio con una familiar en la frontera colombo-brasilera, con la intención de conseguir el estatus de refugiada y poder iniciar una nueva vida en otro país, lejos de todo lo ocurrido.
Yo sé, contado así suena como ver una sección del noticiero de la noche. Sin embargo bajo la tela inicial nos encontramos un simbolismo muy bien planteado para reforzar las ideas de perdida, muerte y duelo, no siempre ejecutado de la mejor manera cabe decir y sobre todo arruinado un par de veces por el guión que borra con un brochazo la sutileza de los elementos mostrados en pantalla.
Fotograma de Los Silencios, dirigida por Beatriz Seigner.
Una fotografía que encuentra la belleza en lo cotidiano y aunque algunas veces torpe no carece de encanto y unas actuaciones que logran comunicar y en
su misma naturalidad ayudan a empatizar con los personajes.
Los Silencios tal vez no sea “la película”, pero es una mirada a la que vale la pena darle una oportunidad, una mirada a lo que no queremos ver en el país, una exploración a lo que somos y muchas veces olvidamos.
¡Gracias por leer!
