Los juguetes favoritos de muchos regresan a la gran pantalla en Toy Story 4 para darle un cierre a su amada saga… de nuevo.
Esta vez los juguetes deben enfrentar un nuevo (y refrito) desafío, nos encontramos a una película en estructura similar a las anteriores. Ya sabemos, presentan a los juguetes, alguno se pierde, hay un heróico rescate acompañado de una aventura en la que encontramos nuevos juguetes y al final el perdido regresa para darnos un final lacrimógeno. Y sí, Toy Story 4 le apunta a la nostalgia fácil, pero también a un desarrollo de personajes interesante y a buenas risas, cabe anotar que los nuevos personajes (Bunny – Ducky – Duke Caboom – Forky) son muy divertidos y logran conectar con el espectador rápidamente a costa de dejar de lado a los viejos conocidos.
Sin demoras, Toy Story 4 nos arroja en la cara desde su primer momento los temas a tratar. La película abre con un flashback en el que vemos a nuestros protagonistas en el punto entre Toy Story 2 y Toy Story 3 donde el heroísmo y el compañerismo de todos está al máximo y donde la familia de Andy regala a Bo Peep la pastorcita, evento por el que vemos a Woody afectado en Toy Story 3 y al que nunca se le dio mayor explicación. A continuación nos vamos al presente donde los juguetes ahora son de Bonnie y Woddy ya no es el principal.
Y pues ahí está, tenemos a un Woody en medio de una crisis de identidad y lidiando con los duelos atrasado de las películas anteriores (las perdidas de Andy, Bo Peep y lo sucedido en el centro de atención), y esto hace un gran centro dramático para la película, dando pie a una gran exploración de y crecimiento del vaquero, quien, en términos generales, lo lleva a cabo de buena forma. La interacción entre Woody y Bo Peep se desarrolla muy bien a lo largo de la película y forman la parte adulta de la trama.
Los personajes nuevos logran un conjunto variopinto de personajes en su mayoría graciosos, Forky como eje catártico del duelo de Woody funciona muy bien a la vez que expande el universo de lo juguetes al cobrar vida en el momento en el que es intervenido por Bonnie, pero conservando su mentalidad de utensilio desechable a pesar de ser ahora un juguete. Bunny y Ducky forman un dúo de idiotas bravucones adorables con malos planes pero buenas intenciones y nada que decir de Keanu Reeves como Duke Caboom, excepto que definitivamente el 2019 es el año de Keanu Reeves.
Pero, y si, los peros son grandes, como mencione anteriormente los viejos juguetes se dejan de lado casi toda la película algo que anteriormente no se había sentido tan marcado, relegándolos a simplemente estar. A excepción de Buzz Lightyear a quien le asignaron un rol peor que el de simplemente estar, nos encontramos a un Buzz similar al de la primera película al que se le arrebata su sentido común y la peor parte es que en una charla confusa con Woody confunde su conciencia (voz interior) con sus sonidos de juguete, lo que hace de su participación en la trama y toma de decisiones de ese momento en adelante un continuo Deus Ex Machina que le quita de tajo todo el desarrollo ganado en las últimas 3 entregas.
Por otro lado tenemos a Gabby Gabby, quien recuerda un poco a Lotso al volverse una villana por su relación conflictiva con un niño y quien no logra cuajar por completo como la gran villana de la película.
La producción de Disney Pixar deja un sabor agridulce, no es la peor película del estudio, pero se une a la lista de secuelas poco agraciadas junto a Increíbles 2, Cars 2 y 3, Buscando a Dory, en las que la maestría de Pixar se ve claramente opacada y pareciera que las directrices del estudio migraron fuertemente de la época en la que le interesaba crear grandes historias a crear secuelas innecesarias con tal de conseguir ganancias fijas.
Pero eso ya lo juzgarán ustedes.
¡Gracias por leer!